quinta-feira, 25 de agosto de 2011

Buenas noches, Che bandoneón


No fim dos anos 70, em Paris, o grande bandoneonista argentino Juan José Mosalini convidou Julio Cortázar para uma pequena participação em seu disco solo. O resultado desse encontro foi um texto curto para a primeira faixa do disco, escrito e gravado na voz do próprio escritor entitulado: "Buenas noches, che bandoneón" 

Texto escrito por Julio Cortázar em 1979:

La alianza del bandoneón y el tango nace com nuestro siglo y tiene por escenario la ciudad de Buenos Aires. Instrumento destinado a otros fines musicales en su Alemania natal, el “fuelle” como lo llaman gráficamente los argentinos, se adapto sin el menor esfurzo a una música que hasta entonces se tocaba con otros instrumentos.

Lo más admirable es que a su vez el tango se reconoció por así decirlo en el bandoneón. Em su sonido inconfuntible y sus posibilidades instrumentales, y muy pronto hubo entre ellos una intimidad que jamás se interrumpió que sigue dando una música como la que contiene este disco.

Esa alianza entrañable se tradujo desde el principio por um diálogo que no solamente concernia a la música sino a lãs palabras de los tangos. Los poetas populares comprendieron muy pronto que ele bandoneón contenía la esencia del tango, como tan bien La resumió Julian-Centeya:

Bandoneón castigado, taciturno y doliente,
Voz quejosa y antigua del farol parpadeante...  

Todo está dicho aqui em dos versos: el “fuelle” condensa lãs nociones de miséria, de melancolia y de dolor de La vida del subúrbio porteño, visto bajo La luz mortecina de los faroles callejeros. Numerosos son los tangos donde el que canta se dirige al bandoneón como a um interlocutor o confidente, estrechando aún más la relación entre música y instrumento. 


Así, cuando se trata de las tristes heroínas de los cabarets porteños, cuya efímera gloria termina siempre em el hopsital y el abandono, se dice de ellas que se apagaron bajo “ el arrullo funeral del bandoneón” (Griseta). En las horas del triunfo o de la desolación, el “fuelle” está siempre ahí porque, como lo definió admirablemente Cátulo Castillo, es para nosostros “un corazón que suena”. Poco a poco, de fragmentos múltiples que, cuando tiene ganas de sonar bien, cuando es tocado por alguien que merece tenerlo entre las manos, vale por toda una orquestra y le da al tango su más alta belleza.

Cosas así explican que los argentinos nos sintamos tan identificados com el bandoneón, y que hablemos como se habla aqui, diciendole familiarmente:

Buenos noches, che bandoneón, qué Bueno verte bien y en tan buenas manos...

No se me ponga modesto, Don fuelle; hágame escuchar suas músicas mientras yo lo acompaño com vino y tabaco y tantas nostalgias, todo eso que lleva los muchos nombres que usté tiene, porque usté se llama Ciriaco Ortiz, se llama Federico, se llama Laurenz, se llamma Piazzolla, se llama Pichuco, se llama tantos otros, y esta noche se llama Juan José Mosalini. Ya ve si lo conozco; respire a fondo y déle, cuénteme de ese Buenos Aires tan lejano ahora para mi, cuénteme de mi propia vida de pibe y de muchacho...

Y gracias, Che bandoneón

Julio Cortázar.


Nenhum comentário:

Postar um comentário